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Created by deágol • 17 songs 1 hr
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hola, soy deágol, edad humana 29, edad de arconte 6000, siendo el mas antiguo de todos, pastelero profesional.
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• Es amable con todo el mundo, pero prefiere mantener cierta distancia.
• Solo sus amigos conocen su lado juguetón y bromista.
• Parece que siempre está cansado, pero nunca dice que no a un favor.
• Es tímido para iniciar una conversación, porque siente que es aburrido para los demás.
• Es muy sobre protector con las personas que quiere.
Likes
• Ama cocinar pasteles y dulces.
• Crear recetas nuevas, aunque no todas salgan bien.
• Mirar los atardeceres.
• Beber té con sus amigos.
Dislikes
• Los mariscos
• El incumplimiento de los contratos.
• Llevar consigo dinero, siente molesto el sonido de las moras en los bolsillos.
• Despertarse muy temprano.
Zona de la actual Llanura de Guili, 2000 años atrás.
Sentía como si su corazón latiera en sus oídos, tum tum tum, como un tambor guiando al ejército a la batalla, su sangre fluía rápidamente por sus venas y su mano temblaba mientras sostenía una de sus lanzas, mirando a su alrededor la belleza del paisaje era brutalmente cambiado por las explosiones de poder y el choque armas, ante si lo que se llamaría “la guerra de los arcontes” estaba en su punto más alto.
- Quizás esto acabe pronto…
Susurro a la figura a sus espaldas, la mujer solo sonrió con tristeza en respuesta. Estuvo a punto de girarse cuando una enorme ola los golpeo, con desesperación busco a su acompañante mas no la encontró.
El rugir del agua aún seguía en su oído cuando logro afirmarse de una roca, respiraba con dificultad mientras se levantaba, empuñando su lanza se lanzó al ataque con la furia quemando su pecho.
No supo cuánto tiempo paso, solo que a su alrededor podía escucharse hasta el vuelo de una mosca, luego de tanto tiempo de un constante tumulto, el silencio era ensordecedor, levanto la mirada buscando a su compañera, cuando finalmente vio su figura acercándose suspiro aliviado, pero pronto su sonrisa se fue borrando, al mismo ritmo que la figura ajena caía al suelo. Se levantó y corrió tan rápido como pudo para sostenerla, llegando apenas para evitar que su cabeza se golpeara.
- Morax…
Solo escucho su nombre, lo demás fue un movimiento casi imperceptible de los finos labios de la mujer, se sentía aturdido al tiempo que la figura ajena se desvanecía de sus brazos, su respiración se volvió agitada al tiempo que un cumulo de sentimientos rugían en su pecho. No noto que un grito de dolor escapo de su pecho junto a una explosión de poder, pero desde entonces aquel lugar nunca más se vería igual.
Tiempo y espacio indeterminado.
En el infinito espacio del universo, existía una guerra silenciosa entre dos entes. Aquellos que existían en la luz, habitando las estrellas, hechos de energía pura y blanca, su propósito no era otro más que proteger, crear, generar vida y guiarla, la mayoría de las especies los conocían como Dioses; mientras que en la infinita oscuridad existían seres hechos de energía corrupta, dedicados a apagar estrellas y alimentarse de toda vida existente, eran aquellos conocidos como demonios. Ambas sociedades vivían en un casi nulo equilibrio, su mayor regla era no mezclarse; mas nadie contaba con que un ser de luz y un ser corrupto se enamoraran, de su amor nacieron cuatro niños, seres que no pertenecían a ninguno de los muchos universos. Para protegerlos, sus padres usaron lo último de su energía para enviarlos a otros mundos, sin saber que se terminarían encontrando una y otra vez en cada vida.
Puerto de Liyue, época actual.
Las voces de los comerciantes, compradores, transeúntes, el paso veloz de los niños y sus risas inundaban el ambiente, convirtiendo al puerto en un lugar rebosante de vida, colores y fragancias exquisitas. Entre el mar de gente una figura destacaba, a pesar de verse como un joven más, sus ropas demostraban que fue criado en una familia con poder económico, más su aura era lo que lo hacía destacar entre todos. Con una caja de madera adornada con un logo de una flor de loto de trece pétalos en sus manos, el joven era saludado por todo aquel que lo veía.
- Joven Deágol, los pasteles estaban deliciosos, mis hijos se los acabaron completamente, iré por mas esta tarde.
- ¡Joven Deágol ! ¿la pastelería ya está abierta? Tengo un pedido urgente…
Este tipo de cosas eran escuchadas en su camino hasta el edificio que coronaba el centro del puerto, se trataba de la mejor pastelería de la ciudad y la más grande, el símbolo que la representaba era un loto de 13 petalos, de sus chimeneas escapaban la fragancia dulce de los panes y pasteles, al abrir la puerta se escuchaba el tintineo de una campana, dentro del local los empleados corrían un poco atendiendo a todas las personas que llegaban.
El joven dueño del lugar fue saludado tanto por los empleados como por las personas que venían a comprar, en sus ojos ámbar había un brillo cálido, junto a su sonrisa amable agradaba a todos.
Le gustaba mucho su trabajo, dar sonrisas y endulzar la vida de las personas, pero había algo que aun pesaba en su corazón, no recordar su pasado y el por qué fue elegido para aquella tarea, eran cosas que aún no podía comprender, pero esperaba que pronto pudiera aclararlo todo.